viernes, 14 de noviembre de 2008

El Retorno a uno mismo (nuestro ser)

Adjunto un artículo publicado en la Gaceta de Arboleda de Gaia, que creo que es atingente para este plenilunio de escorpio, el que nos hace el desafío de hacernos conscientes de nuestro cuerpo emocional más profundo y así decantar nuestros pensamientos destructores, con el fin de poder desarrollarnos y vivir más en armonía....

Al igual que sucede a los hombres, el alma de las mujeres tiene sus ciclos de actividad y soledad, de participación y exclusión, de creación e incubación, de participación en el mundo y de regreso a una misma. Sin
embargo las mujeres muchas veces olvidamos o aplazamos esa fase de retiro a nuestro interior que puede permitirnos vivir el proceso de individuación que nos convierte en seres completos.

¿Que es el hogar? Es un lugar interno al que el instinto nos lleva cuando nos permitimos escucharlo. ¿Donde está el hogar? Se halla en un lugar interior, un lugar que pertenece más al tiempo más que al espacio, un momento en que nos sentimos enteras y presentes desde nuestra integridad, un estado que podemos conservar sin que se interrumpa porque otra persona o cosa exige nuestro tiempo y nuestra atención. Es el lugar de nuestro centro, es nuestro verdadero hogar.

Casi todas las depresiones, los tedios y las erráticas confusiones que tenemos las mujeres se deben a este alejamiento del centro interno que es nuestro verdadero hogar. A buscar afuera lo que sólo podemos encontrar adentro. Es en ese “buscar afuera” donde nos dejamos el pellejo. Y es entonces cuando no hacemos lo que sinceramente deseamos hacer, sino lo que creemos que debemos hacer. Y seguimos a otro, y entregamos nuestro poder, y nos abstenernos de dar el paso que nos permitiría hacer el necesario descenso y permanecer allí abajo el tiempo suficiente como para que ocurra algo.

Cuando llevamos demasiado tiempo lejos de nuestro centro nuestra capacidad de percibir lo que realmente sentimos y pensamos acerca
de nosotras mismas y de los demás, se esfuma. No vemos lo que es demasiado ylo que no es suficiente y rebasamos nuestros propios limites.
Cuando las mujeres nos encontramos lejos de nuestro centro entregamos
todo nuestro poder y nos convertimos en una simple brizna de nuestro verdadero ser femenino salvaje y sabio.

La pérdida de la propia piel también se produce de una manera más sutil. El mundo se siente solo y necesita el consuelo de las caderas y los pechos de las mujeres. Y lo pide con mil manos y millones de voces. Nos hace señas, tira de nosotras y suplica atención. A veces parece que dondequiera que miremos hay alguien o algo del mundo que necesita, quiere y desea y, en contra de nuestra voluntad, nuestra empatía se desborda y la leche se nos derrama por el vientre. El impulso que experimentamos las mujeres de curarlo todo y arreglarlo todo, es una peligrosa trampa. Pero, a no ser que se trate de una cuestión de vida o muerte, tomémoslo con calma, busquemos tiempo, y aprendamos que no somos imprescindibles para dejar de detenernos a cada a paso para ayudar a los demás. Entendamos que nuestra tarea fundamental es la de regresar a nuestra fuente, a nuestro Yin interior, a nuestro verdadero hogar.

El regreso a casa de la mujer propicia el crecimiento y el desarrollo de los demás.

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